Tras el incendio que ha provocado dos muertos y doce heridos en un restaurante de Madrid, no solo urge que los propietarios del establecimiento expliquen por qué se flambeaban platos en una sala llena de plantas artificiales que, al parecer, no eran ignífugas. También urge que el alcalde Almeida dé explicaciones sobre la labor de los servicios de inspección municipal sobre locales de hostelería.
Y es que según la web del Ayuntaniento de Madrid, el establecimiento estaba operando como restaurante, y que estaba dado de alta en otra actividad que no permitía cocinar alimentos. Además, pasó dos inspecciones municipales el año pasado.
El local de la cadena sevillana Burro Canaglia llevaba dieciséis meses abierto. Y según consta a dos de hoy en el censo municipal de locales actualizado, sus actividades y terrazas de hosteleria y restauración, que puede consultarse en el portal de datos abiertos del consistorio, está en el epígrafe bar sin cocina. Anteriormente, ese local era otro establecimiento de hostelería que, según ha publicado El País, tenía una licencia de cocina desde finales de los años 90.
Resulta evidente que las obligaciones en materia de seguridad que deben cumplir los establecimientos donde no se cocinan alimentos son muy diferentes a las que tienen los restaurantes. En teoría, a ojos del Ayuntamiento el local ubicado en el número 16 de la Plaza de Manuel Becerra era un establecimiento donde, como mucho, se servían zumos o aperitivos que no implicaran ningún tipo de elaboración en el local. Esas son las actividades que permite el epígrafe de “bar sin cocina”.
Pero lo cierto es que los servicios de inspección municipal sabían que se trataba de un restaurante. Lo sabían desde hacía ya más de un año.
En la madrileña Plaza de Manuel Becerra hay más de una docena de establecimientos de hostelería. Casualmente, en 2022 las dos inspecciones para el control oficial de alimentos en establecimientos alimentarios realizadas por el Ayuntamiento de Madrid en locales ubicados en esa plaza fueron precisamente sobre el de la cadena Burro Canaglia ubicado en el número 16. Se realizaron el 1 de abril y el 26 de mayo y en la información relativa a las dos visitas consta que se trata de un “bar sin cocina”.
El año anterior, le habían hecho tres inspecciones del mismo tipo al “bar restaurante” del número 20, un establecimiento de la cadena de cocina turca Istanbul Auténtico Döner Kebap. En 2020 le tocó una visita al “bar restaurante” del número 14, uno de la cadena Cañas y Tapas.
La información puede verse en el portal de datos abiertos del Ayuntamiento de Madrid, en la sección relacionada con las “inspecciones para el control oficial de alimentos en establecimientos alimentarios”.
¿Se ha producido una negligencia por parte de los servicios de inspección municipal? Si no hay ningún error en el portal web del ayuntamiento y realmente era un «bar sin cocina«, lo lógico hubiera sido que, tras comprobar que funcionaba como restaurante, se decretase el cierre hasta que aportase la documentación necesaria para darse de alta en el epígrafe adecuado a su actividad real. Pero en cualquier caso, aunque en los registros municipales estuviese realmente en el epígrafe propio de un restaurante, ¿por qué nadie comprobó que estaba decorado con plantas artificiales elaboradas con materiales inflamables, que podían arder con los flambeados que realizaban en la sala?
Es más, ¿cuándo van a asumir las autoridades de una vez que la autorización de la apertura de establecimientos bajo el simple mecanismo de las declaraciones responsables resulta una absoluta temeridad? Un mecanismo que se ha vendido demagógicamente a la opinión pública como el mejor de todos los posibles para garantizar la agilidad en la apertura de establecimientos y el fomento del emprendimiento. Un mecanismo que oculta la escasez de recursos con los que cuentan las administraciones para controlar las actividades empresariales y que trae consecuencias como estas.
Con las declaraciones responsables, las administraciones eluden la realización de controles previos a la apertura para comprobar que se cumplen realmente los preceptivos requisitos en materia de seguridad y salubridad. Todo se deja en manos de la suerte. De la confianza ciega en que los empresarios siempre cumplan con sus obligaciones. Una auténtica ruleta rusa.
Publicado originalmente en El Plural.