El peligroso coste político de que la gente no entienda de qué va el tope al gas

Lo estamos haciendo por vuestro bien, aunque no lo entendáis. Con esta frase podría resumirse la medida aprobada por el Gobierno de fijar un tope al precio del gas en la subasta eléctrica que conlleva que, desde junio, cada vez más facturas de la luz incluyan el pago de una compensación destinada a las centrales que necesitan quemar gas para producir la electricidad.

Lo que quizás no entiendan los partidos que gobiernan es el peligro que representa, en términos de popularidad y, a posteriori, electorales, el hecho de que un elevadísimo porcentaje de consumidores no tenga claro por qué se ha aprobado la también conocida como excepción ibérica. Y que, de ellos, muchos consideren que es un error o un ejercicio de connivencia del Ejecutivo con los intereses de las grandes eléctricas.

El 30% de los participantes en una encuesta realizada por FACUA en Twitter el pasado 13 de octubre opinaron que el tope al gas les perjudica. El 38% indicó que les beneficia y el 32% reconocieron que no lo tienen claro.

Es habitual que escuchemos a familiares, amigos, vecinos y tuiteros criticar que el recargo que aparece en las facturas de la luz es una metedura de pata del Gobierno. Muchos creen que es un impuesto. Otros, que representa aún más beneficios para las eléctricas. No son pocos los que señalan que lo que debería hacerse es bajar los impuestos del recibo, porque todavía no se han enterado de que en la factura de la luz -y desde octubre también en la del gas natural- el IVA ha pasado del 21 al 5%. Y que el impuesto especial sobre la electricidad ha bajado del 5,1 al 0,5%.

La gran mayoría de los consumidores desconoce que si no fuera por la excepción ibérica, las tarifas serían todavía más caras. Desde junio, todos los consumidores con la tarifa semirregulada (PVPC) y los que están en el mercado libre con una tarifa contratada o renovada a partir del 26 de abril pagan un recargo por cada kilovatio hora (kWh) consumido como compensación a las centrales que queman gas para generar electricidad por el tope al precio al que pueden pujar en la subasta diaria.

De no existir, el resultado de la subasta sería un precio muchísimo más elevado, del que se beneficiarían todas las centrales que entran en la puja, fuera cual fuese la tecnología de generación eléctrica: eólica, solar, nuclear, hidráulica…

«El tope al gas no es más que un parche»

A través del mecanismo puesto en marcha a partir del pasado 15 de junio, las empresas que queman gas terminan cobrando el precio al que hubieran pujado en la subasta. Así, la diferencia con el tope que se les ha fijado la reciben mediante el mecanismo de compensación en las facturas. Pero las demás empresas de generación cobran menos. En resumen, nuestras facturas son desproporcionadamente altas, pero menos de lo que lo serían sin el tope.

Sin un ejercicio de pedagogía, sin campañas potentes de comunicación institucional con las que el Gobierno explique sus medidas y ayude a los consumidores a entender la factura eléctrica, resulta muy difícil convencer a los consumidores de que se están logrando resultados positivos o, al menos, recortando un poco los efectos negativos del mecanismo de fijación de precios al que nos ha condenado la Comisión Europea.

Máxime teniendo en cuenta que, en definitiva, el tope al gas no es más que un parche -aunque bienvenido sea- frente a una brutal subida de la electricidad en la que las grandes empresas energéticas se están aprovechando, más que nunca, de un mecanismo de fijación de precios impuesto por Bruselas basado en una trampa, una tomadura de pelo, una estafa legal, consistente en que tenemos que pagar las energías más baratas al precio de las más caras que logran entrar en la puja.

 

Publicado originalmente en El Plural.