Hace años, un tipo comenzó a publicar una serie de relatos sobre la mafia, conmigo de protagonista. Inventó que soy un multimillonario que finge ser el portavoz de una asociación de consumidores que en realidad sirve como tapadera de una organización criminal. Una mafia que extorsiona a bancos y todo tipo de empresas para que paguen cantidades millonarias a cambio de no orquestar campañas de difamación contra ellas. Publicó que participé en una trama de facturas falsas, la de los ERE y la del fraude en los cursos de formación. Y también que soy uno de los responsables de la quiebra de las cajas de ahorro españolas. Como todas estas cosas sabían a poco, incorporó a sus relatos que tengo una banda de sicarios a sueldo dedicados a partir las piernas a quienes se atreven destapar mis actividades mafiosas, que acoso a mujeres, aunque a la vez soy pedófilo y homosexual, aunque intento ocultarlo utilizando como pantalla mi matrimonio con una prostituta… que se acuesta con mi padre.
El tipo que inventó todo eso me convirtió, durante cuatro años, en su enfermiza obsesión. Empapeló ciudades con carteles con mi cara, me dedicó cientos de tuits, portadas y decenas de reportajes en sus periódicos, ordenó enviar dosieres sobre mí a periodistas, empresarios y políticos, encargó a un sindicato que me denunciase en los tribunales y logró que varios medios de comunicación se hicieran eco de sus acusaciones fingiendo que un juez había decidido investigarme. Se llama Luis Pineda. A día de hoy acumula ya tres condenas por difamarme y vive en una celda en el Centro Penitenciario de Soto del Real, donde está ingresado de forma incondicional desde abril de 2016, acusado de un buen número delitos. Los mismos delitos que me imputaba a mí.
Pero para desarrollar todos esas historias, alimentadas todavía hoy a través de perfiles falsos en Twitter, Pineda contaba con la ayuda de una especie de guionista, una mezcla entre el director del Daily Bugle y uno de los villanos de cualquier episodio de Scooby Doo. Se llama Luis Suárez Jordana. Hoy es uno de los imputados en el caso Ausbanc.
Sobre Suárez Jordana pesa una sentencia por la que debe tuitear 10 veces, durante 10 días, que a él también le han condenado por difamarme. Tiene de plazo hasta el 31 de enero para hacerlo o pediremos su ejecución (la ejecución de la sentencia). De momento, dice que no puede cumplirla porque han hackeado su Twitter. Estoy convencido de que Suárez Jordana cree que el hackeo de su cuenta es un magistral giro de guión por el que podrá decirle al juez que es imposible que cumpla la condena. El mismo juez al que Pineda y su abogado acusaron de prevaricación cuando les condenó.
Suárez Jordana tiene una larga lista de acreedores. El tipo acumula cerca de 700.000 euros en embargos. Y en 2015 le condenaron por una estafa inmobiliaria que cometió hace una década. Así que supongo que le contará al juez que tampoco puede pagarme los 10.000 euros con los que tiene que indemnizarme porque han hackeado su cuenta bancaria.