275 páginas. Es lo que sumaban las dos facturas consecutivas que Ono envió a Heiko, un alemán residente en Barcelona que según la compañía debía tener una enfermiza afición por llamar a programas de televisión para intentar hacerse famoso adivinando de qué color era el caballo blanco de Santiago.
Los recibos, emitidos por el operador en febrero y marzo de 2008, incluían casi 18.000 llamadas a veintiséis líneas 905. Se trata de un prefijo que estaba muy de moda entonces en concursos televisivos, muchos de los cuales olían más a fraude que las dotes adivinatorias de Sandro Rey. Al llamar a uno de esos teléfonos, el usuario paga una cantidad fija que suele superar un euro y cuya mayor parte va a parar a la empresa que está detrás de la línea.
Ono reclamaba a Heiko el pago de cerca de 20.000 euros. En la primera factura de su teléfono fijo aparecían 5.779 llamadas. En la del segundo mes, se comprende que el hombre le habría cogido el gustillo al tema porque ya eran más del doble, 12.129, lo que suponía una llamada cada tres minutos y medio. Los recibos reflejaban que muchas de ellas se repetían en intervalos de sólo 5 segundos.
Lo que son las cosas. Descubres que tienes supervelocidad y en lugar de ponerte un disfraz chulo y elegir un seudónimo como Mercurio, Flash o Estrella del Norte para darlo a conocer a la humanidad, te encierras en tu casa y te dedicas a usar tu poder llamando a concursos de la tele como si no hubiera un mañana.
Evidentemente, Heiko no había realizado esas llamadas. Pero la compañía de telecomunicaciones prefería quedarse con la versión de que era un mutante con mucho tiempo libre al que habían rechazado en los X-Men porque el cupo de alemanes ya lo tenían cubierto con Rondador Nocturno
La teoría del chalado con agorafobia decaía aún más porque Heiko tenía pruebas de que muchas de las llamadas facturadas coincidían con horas en las que no había nadie en su casa, ya que tanto él como su pareja estaban trabajando, e incluso con días en los que ambos se habían ido de vacaciones. De hecho, hacía meses que habían presentado a Ono una reclamación para poner de manifiesto que se estaban produciendo irregularidades en su línea: entre ellas, cruces, ruidos extraños y los avisos de conocidos de la pareja que les indicaban que su teléfono estaba continuamente comunicado cuando en realidad nadie hablaba desde él.
Pero el operador insistió en exigir el pago de las llamadas con el argumento de que había verificado que todas ellas se habían realizado desde su número. Para ello, decía haber utilizado «un sistema de comprobación altamente tecnológico con una fiabilidad del 100%». Se me vienen a la mente los responsables del departamento de reclamaciones de Ono mordisqueando un mondadientes mientras sumaban con la calculadora del Windows el precio de las 17.908 llamadas que aparecían en las facturas.
Y tras las sucesivas reclamaciones, llegaron las amenazas. Heiko recibió una carta de la empresa de gestión de cobros Corporación Local en la que le aseguraban que emprenderían actuaciones judiciales contra él en nombre de Ono para pedir «el embargo de todo tipo de bienes y derechos (sueldos, pensiones, vehículos, vivienda, fincas, derechos hereditarios, etc.)». «Nuestro cliente solicitará su inclusión en los correspondientes listados de morosos, lo cual le generará innumerables contratiempos a la hora de solicitar cualquier tipo de préstamo bancario, financiación o pagos aplazados de sus compras», continuaba la misiva, a la que sólo le faltaba intentar acojonarle con una maldición gitana.
El afectado acudió a FACUA
Heiko denunció el acoso ante las administraciones competentes (es un decir), pero no le dieron solución. Así que pidió ayuda a FACUA, que contaba con una larga lista de casos parecidos al suyo. Aunque resultaba humanamente imposible que se hubieran realizado todas esas llamadas, no era descartable que al dirigir un nueva reclamación a las autoridades, los responsables (es otro decir) de analizarla creyeran la versión de Ono y su infalible sistema de comprobación «altamente tecnológico» (sí, el del mondadientes y la calculadora del Windows). Curiosamente, al analizar el historial del usuario, los técnicos de la asociación descubrieron que, sin saberlo, guardaba un as en la manga: meses antes de recibir las facturas, había solicitado a Ono que le desactivara la posibilidad de llamar a líneas de tarificación adicional, entre las que se incluyen los prefijos 803, 806, 807 y… ¡bingo! los 905. Así que fue ese uno de los argumentos utilizados en la denuncia: aunque las llamadas se hubieran realizado, la compañía no debió facturarlas.
Tras más de dos años luchando contra Ono, Heiko logró poner punto y final a su problema. La Secretaría de Estado de Telecomunicacione (Setsi) acabó resolviendo que no debía pagar los recibos; pero como era de prever, no por lo disparatados que resultaban, sino porque se incumplió la obligación legal de desconectar el acceso a las líneas 905 cuando el cliente lo pidió, por lo que Ono tendría que asumir el coste de las supuestas llamadas.
Cuando se resolvió el problema de Heiko, FACUA acumulaba ya más de 2.500 casos de usuarios de toda España que aseguraban que sus compañías les habían facturado decenas, cientos e incluso miles de falsas llamadas a líneas 905. Su duración solía oscilar entre 1 y 5 segundos y en muchos casos se repetían en intervalos de tiempo de sólo 4 segundos, lo que implicaba que era materialmente imposible que se hubiesen realizado.
El Gobierno, a por uvas
Las resoluciones de la Setsi ante este tipo de reclamaciones iban todas en la misma línea: si aparecían en los recibos, es que las llamadas se habían realizado, porque las telefónicas nunca se equivocan al facturar. Afortunadamente, no todas las administraciones actuaban de manera tan impresentable. Por ejemplo, la Agencia Catalana de Consumo obligó a la productora Portal Mix a devolver a Óscar, un usuario de Cerdanyola (Barcelona), los 308 euros que su telefónica le cobró en octubre de 2006 por haber llamado supuestamente 213 veces al 905 de un concurso televisivo emitido por Antena 3 bajo el original título de Buenas noches y buena suerte. La Agencia consideró que no era el consumidor quien debía justificar que no realizó las llamadas facturadas, sino que la carga de la prueba debía recaer sobre la empresa que se lucraba con ellas. El organismo entendió que la aparición de las llamadas en el recibo no era una prueba suficiente de que se hubieran efectuado y la productora, del grupo Endemol, no aportó ningún dato más que lo demostrara.
A raíz de las miles de denuncias y dada la pasividad de las autoridades de telecomunicaciones y protección al consumidor, la Comisión de Sanidad y Consumo del Congreso de los Diputados llegó a aprobar una proposición no de ley del Grupo Popular (entonces gobernaba el PSOE) en la que les instó al Gobierno a cuantificar el número de afectados y tomar medidas contras las facturaciones indebidas. Pero las medidas no se adoptaron y nunca trascendió por qué aparecían las misteriosas llamadas en las facturas.
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Artículo publicado originalmente en Sabemos.