A continuación, el fraude número 42 de mi libro DEFIÉNDETE de #101fraudes: el de la cláusula del «sentido común».
En enero 2013 confluyeron dos extraños acontecimientos en el mundo de la telefonía móvil. La multinacional Blackberry fichó como «directora creativa» a la cantante, compositora y actriz estadounidense Alicia Keys y la compañía española MásMóvil contrató como «responsable de ahorro y relaciones públicas» a… Belén Esteban.
Pero mientras el fabricante de móviles canadiense se llevaba el chasco de ver cómo Keys seguía tuiteando desde su iPhone, los de MásMóvil no cabían en sí de gozo al tener en sus oficinas a la que los periodistas del cuore llaman la Princesa del Pueblo. «Un par de veces a la semana voy a ‘Sálvame’ y luego me paso por aquí», contaba Belén Esteban a la prensa desde la sede de la compañía. «Me comprometo a que la gente ahorre dinero y sus facturas bajen a la mitad».
«Belén no va a ser nuestro modelo publicitario, no estamos ante una campaña publicitaria, no podríamos pagar su caché. Belén trabaja con nosotros como uno más de la plantilla», aseguró la empresa en un comunicado, donde afirmó que la habían contratado porque está «en línea con nuestros valores, le gusta ser clara y transparente en todas sus manifestaciones».
Así que en abril, MásMóvil anunció que se la llevaría de gira por toda España como «la embajadora del ahorro» con el fin de «acercar a la gente de la calle» la que bautizaron como la Tarifa del Pueblo. Se trataba de «la tarifa plana sin límite más barata del mercado», que aseguraban haber creado fruto de una encuesta a más de 500 personas en la página web de la Esteban. Lo que me pregunto es cómo pudieron diseñar sus fans una tarifa con la cláusula más abusiva que me he encontrado hasta hoy en un contrato de telecomunicaciones.
El contrato de MásMóvil incluía las que denominaba «reglas de un uso razonable y con sentido común», bajo la amenaza de «resolver el contrato o el derecho a cobrar tarifas más elevadas u honorarios adicionales» a quienes se las saltasen. A finales de 2013, el documento advertía de que incurrirían en un «uso irregular» los usuarios con «duraciones medias de las llamadas significativamente superiores a la media del mercado», que resulta que son alrededor de 2 minutos.
Norberto Javier, redactor de Canal Sur Radio y fan de Belén Esteban, decidió contratar la Tarifa del Pueblo para hablar “sin límite» por 33,88 euros al mes. Pero Norberto es un tipo que habla mucho. Muchísimo. Y además sus llamadas duran casi 4 minutos de media. En resumen: un indeseable. Según su contrato, los de MásMóvil podrían haberle cancelado el servicio pero, ya puestos a cometer un abuso debieron pensar «¡qué narices!» y optaron por la opción de engordar sus recibos como les vino en gana; hasta que un mes le facturaron la tarifa de cinco pueblos: 180 eurazos.
La cláusula del «sentido común» era, por supuesto, ilegal. Si nos ofertan una tarifa para hablar «sin límite», el contrato no puede decir lo contrario. Da igual que ponga un tope de 100 horas mensuales (el record de Norberto, por cierto) o de que la duración media de las llamadas no pueda ser superior al doble de la raíz cuadrada de pi. Además, ¿qué significa eso de que si nos pasamos pueden aplicar «tarifas más elevadas»? ¿5 céntimos por minuto?, ¿5 euros por minuto? ¿1 millón de euros por segundo? ¿Aplican un descuento al que descifre el enigma? Aunque la oferta se anunciara con un límite de minutos, lo que nos cobren después de alcanzarlos tiene que quedar claro tanto en la publicidad como en el contrato.
En 2013, las altas de MásMóvil cayeron en picado. A mediados de año se suspendió la gira de Belén Esteban, que dejó la Embajada del Ahorro por razones que no trascendieron y la Tarifa del Pueblo acabó perdiendo su título para intentar salir a flote con un nombre más acorde a la moda del momento: Tarifa Ceroplus. Cosas del márquetin. Pero lo más importante es que, tras la reclamación de FACUA, no sólo devolvieron a Norberto todo el dinero que le habían cobrado irregularmente y rectificaron los recibos que ya se había negado a pagar. La compañía también asumió que no podía ofertar una tarifa «sin límite» si no estaba dispuesta a asumir su compromiso. Así que dio unos retoques a su contrato y su publicidad para ponerle un tope de 3.000 minutos. Al final, MásMóvil actuó con «sentido común».