Leyendo el libro de Rubén Sánchez, usted, curioso lector, va a llevarse la impresión de que vivimos en un mundo manejado por chorizos y ventajistas que se mofan de la ley y cuentan en ocasiones con el silencio cuando no el beneplácito de quienes desde la Administración pública deberían controlar sus abusos. Y no se equivocará. Porque esa certeza, sumada a la de otros timos como las promesas incumplidas de programas electorales, no se va a basar en juicios o en opiniones, ni en datos parciales ni, por supuesto, inventados.
Todo lo que se cuenta en las siguientes páginas es experiencia personal que en algún momento todos hemos vivido también, o relato de la forma indecente y descarada en que nos mienten con ofertas que los propios autores reconocen que no son reales, o que no cumplirán, como esa operadora de aerolínea que tras informarnos de una oferta nos pregunta si vamos a pagar, y ante la respuesta afirmativa añade que entonces el precio es otro; superior, por supuesto.
El descaro es tal que el autor apenas ha de hacer esfuerzo creativo alguno para situar su relato en el territorio del absurdo: no tiene más que confrontar ciertas prácticas comerciales con la simple lógica de las cosas. Los golpes de humor hiperrealista son uno de los hallazgos del libro. Las conversaciones con las operadoras y operadores de servicios telefónicos o de transporte, vividas o reconstruidas, constituyen en algunos momentos hilarantes páginas que firmaría un Jardiel Poncela o un Gila, créame.
Pero además se aprende mucho de algunas de las ingeniosas estrategias de engaño que maquinan y desarrollan casi todas las empresas que satisfacen nuestras necesidades más urgentes, sobre todo las tecnológicas. Supongo que hay mayoría de ellas por una cuestión de espacio: la propia limitación establecida por el autor es de 101 fraudes. Me malicio que debe estar preparando los siguientes 101 y así hasta los 1001, como las noches del cuento, como los cuentos que nos hacen tragar.
Rubén sabe muy bien de lo que habla. Y habla muy bien de lo que sabe. Por contar, hasta cuenta cómo algunos listos pagan para engordar sus cifras en las redes sociales y cómo algunos intentaron acusarle a él de haberlo hecho.
Desmonta fraudes, señala mentiras, deshace estafas. Desde la más elemental, como reducir los envases de los productos sin cambiar el precio, hasta la tecnológicamente más sofisticada. O la política, la estafa electoral. Y todo ello relatando simplemente esa vida cotidiana de relación de empresas, gobernantes y público que él tanto se trabaja desde FACUA. Lo cual le permite utilizar un método eficacísimo desde el punto de vista de la denuncia cruda de la infamia comercial: confrontar las prácticas comerciales con la ley que las regula de modo que nos hacemos una idea real sin filtros ni opiniones de cómo y hasta de cuánto nos roban. Para cada abuso hay una ley o una parte de la ley que se contraviene, y el libro muestra unos y otras.
El relato es preciso y documentado y va a servir a muchos lectores para ponerse en guardia, desarrollar el músculo de la atención y la información y detener no pocos abusos legales o ilegales.
Porque esa es otra; casi todos los fraudes constituyen una violación más o menos trabajada de las leyes de protección a los consumidores. Pero hay también algunas que pueden contar con cierto amparo legal ya sea por el descuido de los legisladores o por la capacidad de las empresas para dar la vuelta a la ley en su beneficio.
Ciertamente, de la lectura del libro de Rubén Sanchez, se extrae la inquietante conclusión de que estamos rodeados y de que abusan de nosotros hasta lo inimaginable. Incluso también de que, como señala la cita de Gerald Hurst, seguimos firmando documentos que no leemos, a instancias de gente que no conocemos y que nos obligan a pagar algo con dinero que no tenemos. Pero creo yo que constituye un notabilísimo avance en la necesaria creación de una conciencia social frente a la mentira y el fraude en la vida cotidiana, ya sea pública o privada y por ello un documento útil y necesario.
Son estos tiempos difíciles pero también propicios para el cambio.
No seré tan ingenuo como para pensar que la crisis actual llevará a una verdadera catarsis del sistema, pero es evidente que los ciudadanos tenemos cada vez más conciencia de lo que somos y nos hacen y eso nos arma para el cambio que tenemos que seguir intentando impulsar.
El libro de Ruben Sánchez, que, tal y como sugiere el título, podría ser una suerte de juicio a los abusos, pero prefiere optar por algo más honesto y eficaz como el relato descarnado e irónico de lo mucho que nos engañan, es, en ese sentido de necesaria toma de conciencia, un artículo de lujo, un regalo para el alma inquieta.
Con él, querido lector, no sólo vamos a tener una guía de viajes y supervivencia por lo más salvaje de las prácticas comerciales, sino un instrumento de creación de conciencia de que somos ciudadanos y tenemos derechos.
El epílogo, una sincera confesión de compromiso social y político, cierra un recorrido contundente y descarnado por el fraude que no defraudará.
Regálese su lectura y dispóngase a disfrutarla.
Y por mucho tiempo, porque lo que en él se cuenta me temo que va a seguir entre nosotros y habremos de volver una y otra vez a él de manera que va a terminar convirtiéndose en un libro de consulta permanente.
Yo ahora mismo voy a mirar un par de cosas que me han pasado estos días.